SALUD

La inteligencia es un rasgo depredador

Siempre he creído que las virtudes más importantes que puede desarrollar el ser humano son dos: la inteligencia y la disciplina/autocontrol. Estoy seguro de que el resto de virtudes tienen sus raíces en estas dos. Y también me consta que para cualquier persona a la que le sobren estos atributos no existen objetivos inalcanzables.

Mi devoción por la inteligencia viene ya desde la niñez. Como a la mayoría de niños me fascinaban los documentales de animales, pero tenía una especial predilección por los de depredadores. Me asombraba ver las estrategias que urdían toda clase de animales para procurarse alimento, y descubría con asombro cómo la inteligencia era la única medida en la que una especie era mejor que otra en términos biológicos, es decir y bajo mi punto de vista infantil (o no…), estaba por encima en la cadena trófica.

Así pues era habitual que se dieran situaciones en las que animales más pequeños y débiles, cazaban animales más grandes y fuertes, valiéndose de estrategias sumamente avanzadas. Tanto un pequeño reptil cazando un insecto, como un gran felino cazando un mamífero que duplicaba o triplicaba su peso.

En todas las situaciones era una constante, que el depredador utilizara la estrategia y la planificación para cazar. Se anticipaba a los movimientos de su presa, la estudiaba, seleccionaba a la que sería una pieza más sencilla de cazar, preparaba el entorno, y además, entre otros parámetros, controlaba el contexto, en previsión de que éste se volviera hostil, acabando el mismo siendo la propia presa, o también sincronizándose con miembros de su familia o grupo para ganar en eficacia.

Todo este espectáculo era aún más increíble cuando la depredación se daba entre depredadores. Como uno se escondía de otro, o intentaba emboscarlo cuando estuviera desprevenido, como el otro rastreaba los restos biológicos del uno…todo ello se asemejaba a una brutal partida de ajedrez dónde la victoria se saldaría con vida y muerte.



Pero cuando presenciaba las escenas, siempre me sobrecogía del lamentable papel que jugaban los herbívoros gregarios. Parecían sacos de carne, allí puestos, sin ninguna capacidad analítica ni adaptativa para trazar planes defensivos.

Aquellos animales dependían solo de su destreza física y de la protección de la manada para no ser devorados por los depredadores. Era patético ver como las gacelas iban a beber al mismo charco que los leones, en grupos de dos o tres con sus crías, o como los antílopes se tumbaban a tomar el sol delante de los cocodrilos.

Toda esta saturación de información llegó a su cenit cuando un día mi madre me descubrió cambiándole a mi hermana mis patatas por su carne:

«¿Pero qué haces? ¡Las patatas te encantaban!, si quieres más carne te pongo, pero no se la quites a tu hermana…

No es que no me guste, pero ni los leones, ni los tigres, ni los cocodrilos, ni los jaguares comen patatas, y los leopardos que son mi animal preferido tampoco. Todos comen carne o peces.

Venga, no digas tonterías que hay que comer de todo. Ahora os traigo más carne.»

Si ya habéis leído el libro sospecharéis que mi madre es una santa al aguantar mis insolencias con la comida desde que era un crío. Y no vais desencaminados, pero… ¿En qué medida llevaba razón aquel niño?.


Controlar la alimentación para controlar la conducta

Se sabe que a lo largo de la historia, el control de la alimentación ha sido una constante para la manipulación de los estamentos sociales. Así por ejemplo sabemos que los romanos daban grandes cantidades de cereales y fruta a sus esclavos, manteniéndolos lejos de la carne, buscando así la mansedumbre de estos.

No es ningún secreto tampoco que la caza siempre fue considerada un deporte noble, y alimentarse con carne era un privilegio durante la edad media, sólo al alcance de los poderosos. Aún hoy en día podemos ver como en los países que se encuentran en vías de desarrollo, la carne es un bien preciado y valorado, que se reserva para ocasiones especiales.



También te sonará el control exhaustivo de la alimentación que se lleva en las sectas. Una manera sencilla de aborregar a los acólitos es quitarles toda la proteína animal. ¿Te acuerdas cuando Homer se unió a aquella secta? Sólo comían gachas de avena. Para quitar la voluntad de una persona de manera rápida lo primero que hay que quitarle son los nutrientes que lo vuelven depredador, para que su cerebro empiece a funcionar como el de un animal gregario, sin voluntad propia.




¿Y qué pasa con los primates? Si viajamos hacia nuestro orígenes, veremos que algunos de los primeros depredadores humanos, no solo eran omnívoros, sino también caníbales. Solo tienes que ver lo que pasa cuando una pequeña tribu de monos caza a otra. Se los comen.

Y empiezan por sus órganos. Hoy en día ya no tiene sentido ni discutir, que el cambio en la alimentación, fue el principal motor de la evolución de nuestro órgano más esencial: el cerebro. Tú cerebro necesita proteínas de origen animal con todo lo que ello conlleva, eres lo que eres, porque todos tus ancestros las comieron. Así que si practicas algún tipo de vegetarianismo deberías agradecérselo a tus parientes carnívoros.


LO QUE NO TE CUENTAN DE LAS DIETAS VEGANAS

Quizás no los sepas, pero hace años ya que en países como Bélgica puedes acabar en la cárcel si obligas a tus hijos a practicar el veganismo. Y no lo hacen porque sí. Desde que a partir de la segunda década del siglo XXI el veganismo se empezara a radicalizar y expandir como una religión de fanáticos, muchas plataformas científicas han analizado el impacto que tiene esta ilógica y antinatural corriente de alimentación sobre los individuos.

Una de las cosas que confirmaron es que el veganismo es nocivo para los niños, pudiendo causar un retraso en el desarrollo del sistema nervioso y el cerebro, causando daños irreparables. ¿Ahora entiendes a los belgas?

Estamos hartos de ver estudios donde se demonizan todos los tipos de carnes, pero, ¿qué hay de los estudios que describan el resultado de una alimentación sin proteína animal sobre nuestra conducta y cerebro? Pues si encuentras más de uno, me lo pasas.

El único que hay se hizo sobre 555 sujetos en edad escolar en Kenia. Todos los sujetos eran veganos (el veganismo se da en países con insuficiencia de recursos por su incapacidad para comer carne, el hecho de que las religiones de algunos de ellos estén en consonancia con este principio es algo adaptativo y antropológico).

Se dividió a los estudiantes en tres grupos: A un grupo se le dio una sopa con carne, a otro grupo se le dio una ración de sopa con aceite, y al tercer grupo no se les daba nada. La sopa se daba siempre en sustitución de su alimentación normal, es decir, no había unos niños que comieran más que otros.

Los resultados después de siete periodos escolares fueron sorprendentes. Los niños que comían algo de carne cada día tuvieron una ventaja significativa sobre el resto de niños, y fueron mejores en las pruebas que se hicieron, de razonamiento verbal y de cálculo aritmético. Incluso los niños que recibieron sopa con aceite, tuvieron mejor rendimiento que los niños que siguieron basando su alimentación en cereales y frutas. ¿Pero qué te esperabas?.


TU CEREBRO NECESITA NUTRIENTES QUE NO EXISTEN EN PLANTAS NI HONGOS

¿Pero realmente se ve afectada la inteligencia por una dieta vegana? Todo apunta a que sí. Muchísimos estudios han demostrado la cantidad de deficiencias nutricionales que tienen los cerebros de las personas veganas. Y no solo hablo de los archiconocidos déficits de vitamina B12 o hierro.

Lista de nutrientes que no te aportará una dieta vegana:

Creatina: La misma que te tomas para entrenar, está presente de manera natural en la carne. Tiene un papel fundamental en el cerebro, sobretodo en la memoria, favorece el rendimiento cognitivo, y está ganando adeptos como droga de diseño para mejorar la inteligencia.

Colina: Los vegetarianos son los que tienen la ingesta más baja de colina. La colina se utiliza para producir acetilcolina, que es un neurotransmisor básico para el normal funcionamiento del sistema nervioso. El cuerpo no puede producir suficiente por sí solo, y es inexorablemente necesario para cualquier proceso que empieza en el cerebro. Abunda en los huevos.

Hierro: fundamental en todo nuestro organismo, pero sobretodo en el cerebro. Investigaciones recientes encontraron que simplemente aumentar la ingesta producía unas mejoras cognitivas sustanciales. Los veganos no pueden conseguir todos los niveles de hierro que necesitan de las verduras porque la manera más eficaz de conseguirlo es del “hierro hemo”, solo disponible en la carne.

Carnosina: Con un papel sobretodo antioxidante, previene los efectos neurodegenerativos y neurotóxicos, prevé la muerte celular y el estrés oxidativo. La carnosina es un poderoso neuroprotector, que ya sabes dónde encontrar si eres capaz de ver la pista en su nombre.



La lista es interminable. Taurina, ácidos grasos (desde EPA hasta omega-3), por supuesto vitaminas del grupo B y del grupo D, ácido fólico, selenio, yodo… La cantidad de suplementación para compensar la ausencia de consumo de proteína animal es ridículamente larga e ineficaz.


CONCLUSIONES

No te estoy diciendo que comer verduras sea malo. Ya sabes nuestro enfoque cuál es, comer de todo y mucho, cuando toca. Te lo volveré a repetir: los humanos somos como ratas, nos comemos lo que sea que nos haga sobrevivir. Por eso hemos sobrevivido y hemos llegado a este punto, donde optamos por conductas tan absurdas y autodestructivas como dejar de comer carne.

La psicopatología tiene un término para definir a las personas que no tienen empatía ni sensibilidad por el resto de individuos o seres vivos. Algunos de ellos hacen sufrir a sus congéneres o a otros animales por el simple hecho de verlo, o por sacar algún tipo de beneficio. Los manipulan y tratan como objetos inertes para conseguir sus objetivos. Estas situaciones de poder y control les aportan un tipo de placer, que los individuos “normales” no comprenden. El término que usa la psicopatología para defindir a estas personas es psicópatas.

¿Pero qué pasa con el otro extremo? ¿Qué pasa con esos individuos que serían incapaces de procurarse alimento, de cazar, por exceso de empatía? ¿Acaso esto no es también un tipo de patología que impediría su supervivencia?.

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